La Casa de las Flores ya no es lo mismo. T2.
Vaya por delante que la serie sigue siendo divertida y
entretenida, pero ya no tiene el frescor de la anterior temporada. Ya no tienes
esa primera sorpresa de escuchar la voz y ese modo tan particular que tiene
Paulina de la Mora de hablar, y eso, quieras o no, ya le resta puntos. En el guion
todo sigue siendo surrealista y las referencias a la cultura Pop están
presentes, sin embargo, algo no funciona.
La temporada, más corta que la anterior (posee nueve episodios),
tiene fragmentos que no aportan nada a la narrativa o, al menos, a mí me lo ha
parecido. Esos momentos llegan más o menos a mitad de temporada y suele ser
cuando Julián y Diego comparten plano. En esos momentos, la serie baja el ritmo
y la perjudica mucho. Si a una comedia de 30 minutos por episodio (salvo el
primero de la segunda temporada, que dura 40), le empieza a sobrar metraje,
algo va mal. La ausencia de Verónica Castro (salvo en dos “escenas” del primer
episodio que, tenían más de descarte, que de otra cosa) es otro punto negativo.
Por mucho que María José tenga más presencia y, que la historia del cabaret con
las versiones de canciones, ocupen parte del eje central, los personajes se ven
algo perdidos sin la figura de Virginia de la Mora. Vale que no fuese la
protagonista, lo es y lo seguirá siendo Paulina, pero le daba un extra a la
serie.
A muchas series les pasa lo mismo que a esta, de hecho, en
Mr. Robot también lo hemos visto, no obstante, al ser una comedia tan corta, esto
no tendría que suceder en la segunda temporada. Se nota en exceso que estaba
pensada como una miniserie y, que Netflix ha decidido estirar el chicle. No
sabemos cuántas temporadas más vamos a tener (está confirmada una tercera
temporada para 2020), pero lo ideal sería que fuesen cerrando tramas, porque
esto no da para mucho más.
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