The Crown. T1
Por fin he empezado a ver The Crown. Es maravillosa. Tiene
ritmo, unos decorados espectaculares y unas interpretaciones magníficas. Los
actores, hacen una labor magistral en todos los episodios y, justifican el
dinero invertido en la temporada. Destacan Claire Foy, como Isabel II y, Matt
Smith, como el Duque de Edimburgo, Felipe.
Es una ficción inspirada en hechos históricos y la verdad es
que no notas la diferencia. El ambiente es perfecto y la integración de
realidad y ficción, soberbia. Toda la narrativa es maravillosa, ideal y casi
perfecta. Digo “casi”, porque para mí gusto, tiene algo de relleno.
No es mucho, pero algo sí que tiene. Quizás diez minutos menos por episodio le habrían
venido bien. Otros se quejan de las mentiras o licencias que se
han tomado los guionistas. A mí me dan igual. Entiendo desde el principio que esto
es ficción, que, si quisiésemos aprender de verdad sobre la monarquía
británica, leeríamos algún manual o buscaríamos libros verídicos, no acudiríamos
a Netflix para que nos eduque.
Aún así, lo que más me gusta de la serie no es el guion, ni
la fotografía. Son los decorados y el vestuario. Solo de imaginarme cómo tienen
que pasar el plumero por esas lámparas y el aspirador por esas alfombras, ya me
emociono. No me imagino al servicio cantando canciones. Tampoco me los
imagino cotilleando o con la radio puesta de fondo. Los veo a todos como a
extraterrestres. Como si estuviesen metidos dentro de una pecera y nosotros,
desde nuestras casas pudiésemos opinar de ellos.
Eso valdría con todas las series y películas, pero lo de The
Crown, al ser hechos históricos, le da un encanto especial. Todo supeditado al peso
de la corona. Todo por ser una heredera temprana. Todo por ser Isabel.
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